Daniel Alcaraz Gómez
Hay niveles
Con el florecimiento de la inseguridad, comenzaron a evidenciarse las deficiencias de algunas fuerzas de seguridad y prevención. Quedó demostrado que las corporaciones policiacas municipales carecían de formación y adiestramiento suficientes para enfrentar a grupos criminales que pronto las rebasaron.
Claro, en su defensa podemos señalar que, con sueldos precarios, armamento obsoleto y ausencia de prestaciones, tampoco se les podía exigir demasiado. ¿Cómo enfrentar a peligrosos delincuentes, con metralletas de primera línea, casi con pistolas de juguete?
Pero tampoco las corporaciones estatales se salvan. Su contribución en la prevención y persecución del delito es limitada, y tienen en común un elevado índice de corrupción. Aunque no todos los elementos son así —siempre hay buenos policías—, cada vez son menos. Además, es preocupante la soberbia y agresividad con la que muchos se conducen.
Y bueno, llegó el momento en que municipios y estados simplemente no pudieron con la maña, a la que incluso protegían, y aún lo hacen. Entonces, los maleantes andaban como Juan por su casa. Se volvió indispensable recurrir a cuerpos de seguridad más capacitados, preparados y menos corruptibles. Así se recurrió al Ejército Mexicano y la Marina; primero ellos, y luego, ya con Andrés Manuel López Obrador como presidente, se conformó la Guardia Nacional.
No se puede negar que incluso en esos niveles hay corrupción, pero es mínima comparada con las otras corporaciones. Conforme a estudios, la sociedad confía más en la Marina Armada de México, seguida de la Guardia Nacional y el Ejército. Con estas fuerzas se logró estar al tú por tú con los poderosos cárteles de la droga.
Y sí, reiteramos: hay niveles. Era urgente la intervención de esos grupos de élite en el país, aunque los opositores hablaran de violaciones a la ley. Simplemente, no había otra opción. De otro modo, seguiríamos igual… Pero tal vez eso era lo que algunos críticos deseaban.
